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 El punto medio en la relación Adult@-Niñ@



En el proceso que constituye la formación integral durante la infancia, las referencias aportadas por el grupo familiar, por las instituciones educativas y por el conjunto de factores sociales influyen indiscutiblemente en las manifestaciones conductuales del niño; sin obviar que las características, las necesidades reales del mismo y sus propias potencialidades les imprimen además su propio sello. 

En las diferentes etapas del desarrollo se producen simultáneamente adquisiciones orgánicas, psicomotoras, lingüísticas, conceptuales, afectivas, etc. de forma tal que cada persona y en relación a su propio medio, va progresando como individuo y como miembro de la sociedad. Se trata pues de un proceso complejo en el que puede ocurrir que los niños manifiesten dificultades de adaptación en su ambiente familiar y/o escolar, que los expone a situaciones en las cuales son señalados y etiquetados por jueces que pueden ser implacables: padres, abuelos, parientes, maestras(os), amigos de la familia, etc. 

Esto conduce a buscar o a que sean referidos a profesionales especialistas en trabajar con los pequeños para que proporcionen orientaciones terapéuticas, dependiendo del área en desequilibrio, que les permita actuar en forma más cónsona con su entorno. 

En tales circunstancias, el trabajo del terapeuta se traduce en la esperanza de los adultos por contar al fin con una solución definitiva para los “problemas” del niño, esperando conseguir un punto medio en esa intrincada red de factores orgánicos, sociales, emocionales, afectivos, etc. con la consiguiente posibilidad de que surjan cambios en una dirección positiva y en pro del bienestar del menor. 

Por supuesto que esto es lo ideal, no obstante supone la incorporación de los padres y demás adultos significativos al trabajo terapéutico, lo que implica a su vez trabajar con conceptos de ética, valores, creencias y mitos que también deberían encontrar un punto de equilibrio en ese complicado mundo adulto.
 
Lic. Silvia Delgado Marín
Psicóloga- Psicoterapeuta 

FPV:1578
sildemarin53@gmail.com











 

La psicoterapia: el proceso de cambio para ser feliz







  
La psicoterapia es una metodología para promover un proceso de cambio profundo, radical y revolucionario en la persona que busca ayuda profesional para mejorar su calidad de vida y por tanto, lograr la salud mental.

Cuando las personas llegan a consulta, generalmente están en una crisis personal, en un estado de desorganización emocional porque las estrategias que siempre han utilizado para enfrentar sus problemas, ya no son tan efectivas y el sufrimiento se hace insoportable.

La naturaleza del ser humano es buscar ese estado de bienestar o equilibrio que los/as profesionales definimos como salud mental. Este concepto no es simplemente la ausencia de enfermedad. Existen varias definiciones pero una de las más completa concibe a la salud mental como la tendencia a enfrentar y resolver problemas relevantes, y por tanto, a producir felicidad para sí mismo/a y para los demás, aún en condiciones desfavorables (*)

Cuando las personas tienen satisfechas las necesidades para la supervivencia, surge el deseo de felicidad, es decir, la necesidad de vivir lo más plenamente posible. Esa sensación de plenitud la podemos conseguir cuando cumplimos todos nuestros deseos y es por ello que el ser humano se encuentra en la búsqueda constante de la felicidad, porque esa búsqueda es la que da sentido a la vida.

Pero alcanzar aquello que se desea requiere de competencias intelectuales, emocionales, operativas y físicas para poder resolver los problemas y superar los obstáculos que aparecen en el camino del cumplimiento de cualquier deseo. Todo tiene su precio. Y mientras más alto y mayor es el objetivo propuesto, el trabajo intelectual, emocional, social o somático requerirá de más esfuerzo. Por lo tanto, todo proyecto personal de cierta calidad siempre será difícil, pero no imposible de alcanzar.

Por lo general, una persona abandona prematuramente la tarea de cumplir sus deseos porque se siente, o es de hecho, incompetente afectivamente. Entonces, el sujeto puede alcanzar la salud mental cuando es -y se siente- capaz de concebir, reconocer, ampliar, enriquecer y cumplir sus más íntimos deseos, y luego cumplir los deseos más íntimos de aquellos/as que son significativos/as en su vida. Es decir, sólo cuando una persona alcanza sus deseos logra trascender. Luego surge el deseo de compartir dicha trascendencia.
La tarea del/la psicoterapeuta es, entonces, ayudar a las personas a desarrollar las competencias necesarias para alcanzar su propia felicidad y luego felicidad para los demás.

¿Quién necesita ir a psicoterapia?

Tradicionalmente, se piensa que acudir a un/a psicólogo/a es un síntoma de enfermedad mental, entendida como el extremo de ésta que es la psicosis. Por ello, la principal respuesta de alguien a quien se le sugiere ayuda es “yo no necesito eso, yo no estoy loco/a”. La realidad es que la psicología no es para los enfermos con trastornos psicóticos u otras patologías que ameritan el uso de psicofármacos para poder llevar una vida más o menos estable. Ese campo le pertenece a la psiquiatría.

La ciencia de la conducta es para aquella persona que requiere apoyo y/o asistencia para resolver algún problema en su vida cuando ella, por sí misma, no puede solucionarlo. Por ello la psicología, especialmente la clínica, parte del principio de que todos los seres humanos requeriremos ayuda profesional en algún momento de nuestra compleja vida; somos más evolucionados/as que otros animales pero no perfectos, y como todos los seres vivos, nosotros/as tenemos habilidades y destrezas únicas pero unas más desarrolladas que otras. La psicoterapia implica aprender a desarrollar aquéllas que no tenemos, superar nuestras propias limitaciones (emocionales, sociales, cognitivas y conductuales).

¿Cómo es la psicoterapia?

La psicoterapia es un proceso a mediano plazo (o largo plazo, según el caso y la corriente terapéutica que se trabaje), que tiene una secuencia de fases por la que todo/a cliente pasa; por ello se dice que es una inversión para la vida. Requiere de esfuerzo emocional, de tiempo, de compromiso consigo mismo/a; por momentos se experimentan duelos y en otros mucha satisfacción, con altibajos emocionales. Ese es el costo por afrontar la realidad, pero eso sí, es un costo mínimo en comparación con vivir en negación, frustrado/a y en una prolongada infelicidad.

Ir a psicoterapia es una decisión de vida muy importante, si es que no la más importante; es una decisión de valientes. Si no se tiene el deseo de obtener la felicidad, esa empresa que llamamos vida carece de objetivo, y por lo tanto de sentido. Ciertamente, buscar la felicidad implica arriesgar la propia supervivencia, tomar decisiones difíciles, enfrentar lo desconocido, pero bien vale la pena la sensación de bienestar y plenitud. La vida es cambio y el cambio es la vida misma. Esa nuestra naturaleza.



Lic. Gisela Galeno
Psicóloga Clínica - Psicoterapeuta
FPV: 4691
@psicogise




(*) Gear, Liendo y Scott (1998).  Hacia el cumplimiento del deseo. Buenos Aires, Paidós.



           









EL DESAPEGO ES UN ACTO DE AMOR...Acerca de los duelos y las despedidas.







 

Cuando se ha tenido un vínculo afectivo con otro ser humano surge inevitablemente el apego, ese deseo de compartir el mismo espacio y la certeza de saberse en compañía es un adhesivo poderoso que nos une fuertemente al otro. Sin embargo el apego aunque necesario puede convertirse en patológico cuando el miedo se apodera de la relación.

Decir adiós no es fácil. Desapegarse de un ser al que se ha amado o aún se ama puede llegar a ser una tarea ardua pero necesaria para poder evolucionar y seguir adelante sin lastres, evitando repetir la misma historia.

El humano es el ser más empecinado del mundo. Insiste en mantener relaciones y vínculos  bajo argumentos poco razonables: “me ama pero no lo sabe” “mi amor lo(a) cambiará" El amor lo aguanta todo”. Cabe preguntarse:¿Es posible que alguien ame a otro pero no lo sepa? ¿El amor puede cambiar a la gente? ¿Realmente el amor debe aguantarse todo, incluso perder la propia dignidad? y surge de inmediato un rotundo NO. LA RESPUESTA ES NO… si alguien no sabe que te ama, no te conviene; si sientes que la persona que amas debe cambiar para mantener ese amor, entonces tú no lo/a amas y quien aguanta todo por amor, no se ama a sí mismo/a y no ama, es un/a sirviente.

Para los que tienen una idea distorsionada e inocente del amor parece maravilloso creer que con solo querer a alguien ya todo será color de rosas, pero la realidad es otra: el amor es una experiencia maravillosa de encuentro que requiere de conciencia, trabajo personal y sobre todo RESPETO, grandes dosis de respeto y aceptación. Requiere de habilidades para negociar, para expresar los sentimientos y lo que se piensa, para entregarse y fluir y no permitir que el miedo lo corrompa. Porque el miedo es el gran enemigo del amor.

El miedo no es más que la sombra de experiencias pasadas que permitimos que lleguen a nuestro presente, es el recuerdo de dolores vividos y el deseo de jamás volver a experimentar ese dolor. ¿No suena lógico? El caso es que si salimos de una relación sin asimilar el proceso de duelo y el significado que tuvo en nuestra vida, corremos el riesgo de quedarnos pegados en emociones como la rabia, el resentimiento, el dolor de la traición, o el temor a abrirse al amor. Y estas son emociones que nos impiden avanzar y trascender en la vida.

Cada relación que tenemos en nuestra vida, cada vínculo que mantenemos resulta ser un maravilloso espejo donde nos vemos reflejados/as con una claridad que puede ser perturbadora, es decir, pueden llegar a reflejarnos en ciertos aspectos de nosotros/as mismos/as de manera tan evidente que puede resultar abrumador y ahí es donde entramos en lucha y conflicto.

¿Cuántas veces no escuchamos en la consulta de los pacientes que aquello que tanto les gustaba de su pareja ahora es la causa de sus peleas y desavenencias? Tantas veces escuchamos los innumerables reclamos y quejas de todos los cambios que debe hacer su pareja para que todo funcione bien… Y no dudo que haya algo o mucho de cierto en relación a los cambios pertinentes, sin embargo pocas veces llega alguien a consulta asumiendo que es el responsable de su propia desgracia y sufrimiento o buscando qué 
cosas debe cambiar para mejorar.

Elaborar un duelo lleva su tiempo, pero la mayoría no quiere esforzarse, tiene demasiado miedo al dolor como para darse cuenta de que, justamente ese dolor tiene una función sanadora, porque nos permite replegarnos sobre nosotros mismos/as, reflexionar y bajar la velocidad.

Cierre, despedida, integración son elementos fundamentales que nos permiten encontrarnos a nosotros mismos/as, crecer en nuestras potencialidades y crear una historia diferente para nuestra vida.

¿Alguna vez has intentado despedirte de un ser amado con conciencia? Solo quienes lo han intentado saben lo duro pero a la vez sanador que puede ser.

Las despedidas son dolorosas porque requieren la confrontación con nuestros más grandes temores pero también con nuestro mayor potencial. Deben incluir la gratitud hacia el ser amado por todo lo que significó, el reconocimiento y la aceptación de la historia sin juzgarla, asumir la cuota de responsabilidad que nos toca dentro de dicha historia y luego decir adiós con certeza.

Sentirse en paz con el adiós aunque nos haga sentir tristes, es el resultado del proceso, pues la tristeza no se queda para siempre y el soltar y dejar ir, abre los espacios para recibir nuevas experiencias que prometen ser maravillosas.

Así que comienza a decir a adiós, porque el desapego es el mayor acto de amor que existe: implica respeto, aceptación del otro tal cual es, dejarle en libertad y liberarse a sí mismo/a.


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Lic. Keydi Pérez Delgado
Psicóloga Clínica- Psicoterapeuta

FPV: 4.772
keydimilena@hotmail.com
Twitter: @keydimilena
Celular: 0426-515.16.35

 

1 comentario:

Unknown dijo...

Ser libres de pensamiento y acción, implica un alto nivel de madurez y responsabilidad, sobre nuestros propios actos.
Es aceptarnos para poder aceptar a los demás; es afrontar nuestros temores, para obtener seguridad.
Para mí, hay dos tipos de duelo: el impuesto (que es la perdida física de nuestros amores) y el que decidimos vivir (una relación por costumbre, una culpa que atormente el alma, etc). Para ambos casos, el miedo y la tristeza siempre hacen presencia… Buscar en ti mismo, es la solución a estas situaciones, con calma y mucho amor propio.

Excelentes reflexiones ¡!!!!